martes, 21 de octubre de 2014

En primera persona


Cuando nació mi primer hijo me encontré frente a un ser ante el cual no tenía secretos. Podía decodificar mi energía y mi mundo interno de una forma que me hacía sentir totalmente expuesta. Todos mis saberes se derrumbaron ante su llegada. Al principio no encontraba respuestas a sus conductas:
¿Por qué no duerme? ¿por qué no se queda quieto ni un momento? ¿Por qué no puedo ir con él a ningún lugar en que haya mucha gente sin que se altere?
Su extrema sensibilidad y su dificultad para identificar y poner en palabras sus emociones, me obligaron a hacer un profundo camino de introspección hacia mis propias emociones no expresadas.
A medida que me fui conectando más con mis sombras él se fue tranquilizando.
Y aún sigue siendo el termómetro familiar. es un espejo con muchas caras en el que todo su entorno puede verse reflejado.


A partir de su llegada mi percepción de los niños cambió. 
Descubrí nuevos códigos y formas de vincularme con ellos a partir de lo que él me enseñaba. Pero lo que más le agradezco es el profundo aprendizaje que hice de mi misma. Su presencia en mi vida es un constante desafío ya que no me permite ampararme en ninguna estructura que no sea genuina en mi relación con él y con el mundo.
Sandra Aisenberg "Tu hijo como espejo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario